Mira, eso que escribes del saludar y no, Dámaso, ya lo noto yo también desde que me embarqué en esta historia. (Bueno, antes también tenía ya alguna experiencia, no te lo voy a negar a ti aquí y ahora).
La verdad es que a mi la gente que ha dejado de saludarme no es gente extranjera sino de aquí, de Zierbena, aunque no parece que se sientan muy de aquí, o sea, de Zierbena; yo más bien pienso que se sienten de ellos mismos, o sea que ellos se sienten dueños de esto, de Zierbena, por Decreto de Alcaldía 1 barra 4 años de legislatura.
No me incomoda demasiado, ¿sabes?, aunque sí que es extraño o llamativo, si no curioso también, que gente que te conoce no te salude (tanto o más como que te salude gente que no te conoce). En cualquier caso, he llegado a la conclusión que esto me pasa por decir lo que pienso (bueno y por pensarlo , tambien, claro está). Y prefiero llevar esa carga (la de que no me saluden) que llevar otras más pesadas y menos saludables (la de no ser capaz como para pensar por mi mismo o la de no poder decir lo que pienso porque otros no quieren ni que piense).
En el fondo me siento muy bien porque me sospecho que esa gente que ha dejado de saludarme, si pudiera me escupiría a la cara, me insultaría por la calle, me robarían lo poco que tengo y me inyectarían un virus mortal o, cuanto menos, degenerativo..... y no lo pueden hacer (bueno, poder poder...pueden). Eso creo que les debe estar dejando muy insatisfechos y se fustrarán un poco, o un bastante, o un mucho, o un muchísimo, quizás. Y yo, sólo quiero seguir escribiendo y darles más motivos para que estén mucho tiempo, o toda una vida, sin volver a saludarme.
Y es que.... Dámaso, yo no sé los amig@s que tendrán ell@s, ni qué clase de amig@s serán, ni cuánto tiempo les durarán, pero..... a mi, gente que me salude, .... me sobra y amig@s con mayúsculas, también.
Gabon, Dámaso!