El día que descubrí que se podían escribir novelas haciendo tebeos, me quedé alucinado. Era como juntar dos aficiones en una y era la lectura óptima para esos períodos de descanso en los que me apetece seguir imaginando con ayuda de las palabras, pero tomándomelo todo con mucha calma.
Me acerqué un día a Totem Bilbao y pillé Blankets. Había leído sobre ella unas críticas buenísimas y tan sólo me echaba un poco para atrás su elevadísimo precio: 35€. Edita Astiberri y el autor es nada más y nada menos que Craig Thompson, un jovenzuelo consagrado ya en eso de entintar y guionizar.
La novela fue elegida mejor libro del año por el Library Journal, YALSA (Asociación americana de bibliotecarios) y la mítica Time Magazine.
580 páginas a todo detalle, con unos dibujos trabajadísimos en los que se distingue sin esfuerzo a todos los personajes que narran en cierto modo la vida del autor desde que empezó a jugar en su cuarto siendo niño. Unas páginas autobiográficas en las que no falta la crítica a la sociedad, la religión y las imposiciones políticamente correctas. Dibujos llenos de tristeza y nostalgia, con poca felicidad. Lo cierto es que a medida que la vas leyendo te sientes más Craig, más jodido. Habrá quien diga que eso solo le podrá ocurrir a los jóvenes, a los adolescentes... pero también los cuarentones se emocionan al leerla: se ven reflejados en cierta forma y especialmente, ven en cada viñeta a sus propios hijos.
Una vez leída se convirtió en uno de los pocos tebeos a conservar sin límite de tiempo. Y su elevado coste no me ha impedido regalárselo a quienes aprecio cuando se ha presentado la ocasión, porque es, sin menospreciar a mi adorado Ibañez, lo mejor que se ha hecho con plumilla.
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