Cuando López sea Lehendakari
Patxi Igandekoa
Acabo de leer en Deia el amplio artículo que habla del balance de ThinkGaur Euskadi 2020 después de un año de trabajo. Los dignatarios jelkides han hecho una buena labor. Resulta muy loable eso de haber recorrido el mundo recogiendo de cada casa lo mejor para traerlo a la nuestra, como hacían los japoneses a finales del siglo XIX. Pero ojo, que algo haya tenido éxito en Alemania, los Países Nórdicos o Singapur no implica que tenga que funcionar también en Euskadi. Urkullu e Ibarretxe olvidan dos importantes variables de la fortuna: las externalidades y el factor oportunidad.
Patxi López ha andado en esto mucho más despabilado. En primer lugar los vientos de cambio soplan a su favor, y segundo, ha hecho algo bastante más práctico y barato que el PNV: instalar un buzón de sugerencias, para que sea la ciudadanía quien diga por dónde tenemos que ir. Esto, además, le quita de encima el trabajo de tener que meter horas elaborando un programa electoral, como los tecnócratas de ThinkGaur.
La estrategia electoral del PSE siembra el desconcierto en filas nacionalistas. Muchos exigen imitarla. Sin embargo, recabar ideas tiene un aspecto negativo, ya que sugiere que quien las pide lo hace asi porque no es capaz de tenerlas por sí mismo. Lo que debe hace un político que se precie es concentrar voluntades y ganarse la lealtad de quienes le siguen. Y si esto no fuera posible, debilitar al enemigo. Este es el quehacer al que los socialistas se han estado dedicando durante los últimos meses, mientras el Lehendakari recogía penosamente los fragmentos de su fracasada política soberanista y mandaba retirar las urnas de su frustrada consulta.
Algunos jelkides opinan que a su propio partido le vendría bien un tiempo en la oposición, para restablecer la democracia interna y sanar las heridas causadas por la prepotencia de algunos altos cargos. Que conste que no soy nacionalista y la idea me parece excelente. Si hay un cambio político en Euskadi no seré yo quien se oponga a él. Pero poniéndome en el lugar de esas personas no puedo evitar la impresión de que todo castigo al PNV por parte de nacionalistas de toda la vida, por muy buenas y didácticas que sean las intenciones, dista de ser una buena idea.
Estos militantes nacionalistas se hacen el siguiente cálculo mental: López, una vez Lehendakari, tendrá que dedicar su primera (y última) legislatura a purgar las instituciones de funcionarios y enchufados del PNV, lo cual, y de manera inevitable, provocará tensiones en el seno del corpus social vasco, conformado durante décadas a imagen y semejanza del Partido Comunidad. Durante ese tiempo el partido tendrá tiempo de renovarse, y en la próxima cita electoral (2013), ante el descontento causado por la política sectaria y caótica de los sociatas, arrasará por goleada, esta vez para mantenerse en el poder durante años y estar asi en mejores condiciones de lograr el anhelado objetivo de la independencia.
No es eso lo que va a suceder si triunfa López, con el apoyo del PP o de quien sea. Una expectativa como la anterior tendría más sentido en caso de que ganaran las derechas. Cuando los socialistas llegan al poder es para quedarse. O como poco para intentarlo.
López, en su hipotética condición de Lehendakari, no cambiaría nada, al menos de momento. Lo primero que haría sería ir de un personaje influyente a otro (empresarios, constructores, banqueros, periodistas, cónsules extranjeros, catedráticos universitarios, y hasta prelados de la Iglesia) asegurándoles que el statu quo permanecerá igual por lo que a ellos respecta, con posibilidades de mejorar, incluso. López no colectivizará los baserris, ni proscribirá el Euskera, ni traerá a Bilbao el desfile del 12 de octubre. Hará que se cumplan algunas normas constitucionales de pacotilla en materia de banderas y poco más, pero en principio todo seguirá igual.
Los socialistas, a través de la propaganda -oficio del que entienden lo suyo- se pondrán a la labor de cambiar los corazones del pueblo. Su primer objetivo será esa parte de la población que se siente vasca por tradición familiar, sin grandes pretensiones de coherencia doctrinal. Los conocemos de sobra: compran el DEIA, y en el vestíbulo tienen figuritas de levantadores de piedras, neskas bailando, árboles de Gernika, ceniceros con lauburus engastados, etc. Y en el salón un título de la Escuela de Náutica con el escudo del yugo y las flechas. En el fondo les da lo igual quién mande, con tal de que les ingresen la nómina a fin de mes y el Athletic no caiga a segunda. Y son muchos más de los que se piensa.
Simultáneamente comenzarán a desprestigiar al nacionalismo. Una de sus primeras víctimas va a ser el Lehendakari a.D. (ausser Dienst, como escriben en Alemania). A Juanjo Ibarretxe lo vilipendiarán, lo arrastrarán por el lodo, lo pondrán en El País y en El Correo Español mucho peor que ahora -que ya es decir-, le acusarán de favorecer amigos, de nombrar asesores incapaces, de apoyar a dictadores y no clasificar la basura. Los mismos que se han sentado junto a él ante el juez por el mismo delito, le acusarán de negociar con filoterroristas, le inventarán negocios sucios, amantes negras en países exóticos, nepotismo, corrupción, tendencias antidemocráticas e incluso un trastorno bipolar.
Todo esto no por odio, sino para desvalorizar su gestión y desprestigiar al nacionalismo. No hablarán de lo malo que era el Plan Ibarretxe ni del disparate de la Consulta. Hablarán de lo infame que fue su artífice como persona, de lo bien que se está sin él, y de lo que los nuevos tiempos prometen una vez hayan pasado a la historia los viejos. Y al mismo tiempo llevarán a cabo cuanto esté en sus manos para que se haga realidad un planteamiento en el que, con una intención muy distinta, ya están trabajando los propios líderes jelkides: la idea de que tenemos que abrir caminos nuevos hacia el futuro, y de que va a ser imposible volver al pasado.
Euskadi puede ser socialista antes de lo que creemos. De hecho, ¿quién nos dice que no lo es ya, y que si el PSE no gobierna se debe únicamente a la pereza o a la falta de ambición? ¿Recordamos cuando Aznar perdió las elecciones? Nada de despedidas corteses ni frases cursis como las que se dedican Bush y Obama. Los socialistas se lanzaron sobre él como perros y le han estado cubriendo de basura durante años. Pues eso mismo sucederá al Lehendakari. Y si no se lo merecía Aznar, siendo un personaje patibulario, imaginad lo desagradable que puede llegar a ser en el caso de un hombre tan educado y cordial como Juan José Ibarretxe.
Es por ello que me parece ingenua la idea de andar por ahí recolectando sugerencias. 2009 no es un año de reverencias corteses, sino de golpes de cimitarra bien dados. No de querer ser tan guay como el de enfrente, sino de superarle en realismo político. A los jeltzales que acarician la idea de castigar a sus líderes para vengarse de los agravios de unos cuantos cobrasueldos de pata negra, el que suscribe, guiado por una lealtad española y constitucionalista que en su caso particular se sostiene más a nivel sociológico que doctrinario, tan solo les diría: ¡Caramba, muchachos, qué idea más buena!¡Adelante con ella!¡Demostrad que sois más demócratas que Obama, Lincoln, López y Basagoiti juntos, mientras unos cuantos maleducados con chaquetas de pana y corbatines de cuero se quedan con el Euskotema!