Se cayeron mis alas y yo no me rendí, así que ven aquí, brindemos que hoy es siempre todavía, que nunca me gustaron las despedidas... pero cuando lo único que te mantiene unido a tu tierra desaparece, esta deja de ser tu tierra y la despedida sigue sin gustar, pero ya nunca más será siempre todavía. Ahora todo es pasado. Y estás en mitad de la nada, oscura, ciega, cerrada, intentando saber hacia donde caminar. Lo piensas y te despides. Dices adiós. Hasta siempre. Quizá un día te cruces en mi camino de nuevo y pise tu suelo, sintiéndote. O tal vez, entonces, no seas más que otro suelo. Pones un pie delante del otro y sonríes triste. Aquí decidiste dejarlo todo. Ahora te marchas sin nada. O quizá sí. Te marchas con la vacía pena del viajero que regresa. Corrupto y podrido por el alma de poeta exiliado que añora la patria que llevas dentro y que te acompañará siempre a partir de ahora. Y entonces, miras atrás, haces balance y te das cuenta: nunca más volverás a sentirte en casa en ningún lado, porque nunca más alguien hará que te sientas en casa. No has ganado nada, has perdido todo y además, has cauterizado la única vena rebelde que te quedaba. Ya nada importa, a partir de ahora serás un fantasma que exista por simple supervivencia.
Agur, Zierbena. Oraindik ez zara zu nire etxea.